A pesar de su avejentado aspecto la mujer de la fotografía tiene tan sólo 32 años. Se llama Florence Owens Thompson y su mirada perdida llena de cansancio, de tristeza, de desesperanza, se convirtió en la imagen más representativa de la Gran Depresión.

Bueno, exactamente la imagen de Florence  junto a sus tres hijas.

La fotografía es conocida como Madre Emigrante y la historia que se esconde detrás de ella es tan vieja como el mundo, por lo que es  seguro que a muchos de ustedes les resultará familiar, cercana.
El Gran Crack del 29 y la brutal crisis posterior deja sin trabajo ni casa a los Thompson y a sus siete hijos que, en 1936,  se ven obligados a montar en su viejo camión Hudson y tomar la carretera en busca de algún lugar mejor menos malo. El pobre camión llega hasta donde puede y en el mismo lugar donde se quedan tirados, los Thompson levantan un improvisado campamento.
 
 
Desde allí parten el marido y los hijos mayores en busca de alguna forma de arreglar su camión y de, si fuera posible, encontrar algún trabajo como recolectores. Por algo a estos trabajadores itinerantes se les conocía con el nombre de:  Cosechadores de California.
Fue en ese momento -cuando Florence estaba con sus hijas esperando el regreso de los suyos- que aparece Dorothea Lange con su cámara de fotos para sacar una instantánea que pasaría a la historia y que, sin ella saberlo, seguiría igual de vigente más de 70 años después.
 
 

Porque ya me contarán ustedes qué diferencia hay  entre la

foto de Florence y su familia y cualquiera de las que

podemos encontrar hoy en día en cualquier lugar del mundo.

 
Quizás, la única diferencia sea que ahora podemos  verlo a todo color pero en el fondo, la historia es siempre la misma. Siempre  la misma mirada, siempre la misma tristeza.
De todos modos, no nos pongamos demasiado mustios todavía porque la historia de los Thompson acaba teniendo un final feliz. Durante 40 años la identidad de la Madre Emigrante fue totalmente desconocida, hasta que en 1979 un periodista decidió investigar sobre el asunto.
Con lo que se encontró el susodicho periodista fue con esto…
Florence con sus tres hijas 43 años después. Acabaría falleciendo en 1983, con 80 años.
 
Como se puede ver, los Thompson pudieron rehacer nuevamente su vida por lo que tal vez podríamos sacar una alentadora moraleja de toda esta historia:
Por muy mal que te parezca que están las cosas, siempre alguna veces acaban mejorando.

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