SIGUEN SIN ESCUCHAR
Eso iba pensando mientras me dirigía hacia el metro para asistir un día más a la ONG cuando escuché en una conversación, de nuevo, esa maldita palabra a unas personas que charlaban, “en dos semanas me voy al paro”.
Paro
Decido, en lugar de ir a la ONG pasarme por el SOC, la oficina de empleo, para ver si hablo con las personas que están intentando en la cola de la desesperanza que les proporcionen un trabajo. Sí, eso que te deberían ofrecer para ganar dinero y poder vivir.
Trabajo
Harto de escuchar la palabra “paro” entre las personas y más harto, incluso indignado y cabreado por no tener respuesta de los políticos prometedores de soluciones y olvidadizos o sombríos una vez consiguen estar en donde pretendían. Chácharas y debates en los programas de la televisión afines al poder, donde los tertulianos amigos de los prometedores tratan de convencer al “teleadicto” de que el gobierno hace incluso más de lo posible por arreglar la terrible situación del paro, pero claro, como siempre ocurre, “el gobierno anterior lo dejó todo al borde del colapso”.
En fin paparruchadas, siguen sin escuchar. Solo saben hablar de las personas en plena campaña electoral después sufren lagunas de memoria.
En la cola del paro encuentro caras tristes de ceños pensativos, callados, pero también voces de protesta apuntando lo bien que viven los prometedores políticos ahora olvidadizos.
Me acerco a una de esas caras de mirada perdida y resignada, diría que triste, y le comento sobre quién soy y lo que trato de hacer a diario por la gente en paro. Después le propongo invitarle a desayunar para que me hable sobre su caso, quizás con suerte pueda ayudarle. El acepta, por lo que al salir de la oficina con la documentación en regla nos vamos a desayunar.
Él mira el bocadillo y me mira a mí, espero que de un primer bocado con fruición, casi con disfrute abierto, como si el bocata fuese algo que no hubiera visto nunca. Me quedé algo perplejo.
Cuando empezó su historia lo entendí todo.
“Estoy casado y tengo un niño de 4 años. Tanto mi mujer como yo estamos sin trabajo, nos encontramos sin empleo, tuvimos un hogar; pero debido a la falta de pago del alquiler nos invitaron a abandonarlo.
Decidimos volver a casa de mis padres, pero ahora con mujer e hijo.
Durante unos meses estuvimos bien con ellos, pero la convivencia es difícil y más si se vuelve al pasado con familia en la mochila y con toda la carga económica para mis padres. Al final nos echaron de casa.
Nos encontrábamos perdidos, sin saber qué hacer, el miedo me abrazó tan fuerte que fue insoportable.
Al final, tragándome la vergüenza, estamos viviendo o sobreviviendo en casa de varios amigos, es decir, un tiempo en casa de uno otro tiempo en casa de otro y así. Si así como suena. Imaginaos lo que es eso para mí.
Intentando que mi hijo no sufra mucho a pesar de esta maldita odisea.
En el colegio donde acude están al tanto de la situación y, al menos este año, mi pequeño tendrá educación.
Mi mujer ha trabajado siempre en la hostelería y de cuando en cuando conseguimos trabajo precario de uno o con suerte tres meses de contrato a unos sueldos irrisorios pero al menos es algo.
Descubro que a veces invade la sombra en la vida de algunas personas y que a veces se torna tan duradera que se hace espesa y viscosa costando no solo vislumbrar el sol si no seguir por un camino que no ves.
Por eso intento, dentro de mis posibilidades, ayudar.
Esta historia ha tenido un final feliz, después de asistir a T’acompanyem los dos hemos encontrado trabajo y ahora vemos nuestro futuro con optimismo y mirar hacia adelante y disfrutar de nuestro hijo.
Debemos luchar sin descanso, aunque estemos cansados, de ello depende no solo nuestro futuro, también el nuestros familiares a cargo. Hemos de encontrar la luz que tan escondida está para que nuestros hijos puedan ver un futuro como cualquier otro niño que juega en estos momentos sin saber que sus padres ahora están llorando de impotencia y desesperación.
Debemos ponernos el traje de la esperanza y seguir dando guerra a la vida.
En la ONG intentamos vestirte con ese traje, del resto debes encargarte tú.
ANDRO