La labor de un voluntario se resume en constancia, compromiso, respeto, cariño, escucha y acompañamiento Dori, es una de nuestras voluntarias y reúne los valores para ser una voluntaria 10. Es toda energía y la contagia por donde pasa, también en la ONG. Siempre tiene una iniciativa, una solución o es quien da el primer paso para lo que haga falta. Empezó como voluntaria, porque necesitaba ocupar el tiempo y la mente para no pensar en sus propios problemas, pero en la ONG ha aprendido, «que mis problemas son muy poco importantes y que debo ser agradecida por la vida que tengo».

Dori fue una pionera, ya que en un tiempo en que «las mujeres teníamos que hacer el servicio social» ella se abrió paso en un sector dominado por hombres. Desde muy joven, trabajó en un taller mecánico, en la parte administrativa, pero su buen trabajo y su desparpajo la llevaron a ganarse el respeto de todos sus compañeros, por lo que cuando el taller cerró, uno de ellos le propuso asociarse y montar uno propio, él en la parte mecánica y ella para todo lo demás.

Así se convirtió en empresaria, en un mundo que seguía siendo casi exclusivamente masculino. Ella controlaba los números, las relaciones con clientes y proveedores, los recursos humanos de su empresa … El taller funcionó bien durante muchos años, superaron crisis económicas y consiguieron adaptarse a los constantes cambios de la industria del motor, pero llegó el día en que su socio debía jubilarse.

Dori le dió algunas vueltas, pero decidió seguir dirigiendo el negocio en solitario, por sus trabajadores, por sus clientes y, sobre todo, porque se veía capaz.Trabajó duro, pero la deslealtad de su exsocio, la necesidad de importantes inversiones para mantener al día la tecnología en constante evolución y una nueva crisis económica, acabaron por hacer el negocio inviable.

Se vió obligada a cerrar, perdió sus ahorros y su independencia económica. Era una parada sin paro y, aunque hizo lo imposible por encontrar un nuevo trabajo, no lo consiguió. A su edad y con muchísima experiencia, pero sin títulos que la avalen, no encontró ninguna oportunidad en el mercado laboral.

Estaba acostumbrada a trabajar mucho, a disponer de sus propios recursos económicos y a disfrutarlos sin dar explicaciones, y de la noche a la mañana se encontraba en casa, sin trabajo, sin dinero propio y dependiendo del sueldo de su marido.

Dori reconoce que aquella situación desconocida para ella, se le hizo muy cuesta arriba. Se sentía mal, a pesar de que su marido y su hija la apoyaban absolutamente y tenía una vida cómoda sin faltarle nada. «Me sentía extraña, dependiente y desubicada».

Un día se acercó a la ONG, porque conocía a Isidre, y enseguida se implicó, porque allí su energía y su capacidad de trabajo adquirían todo el sentido. En T’Acompanyem conoció personas que como ella habían perdido el trabajo, pero que no tenían una familia dispuesta a dárselo todo, como tiene ella. «Fuí a ayudar y me ayudaron, porque abrí los ojos ante problemas muy duros, muchísimo más que los que me habían preocupado a mí hasta entonces, y aprendí a valorar mi suerte, mi vida y mi familia».

Dori es un pilar en la ONG y aunque muchos tenemos mucho que agradecerle, ella no se cansa de repetir que la agradecida es ella.

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