La cooperación o colaboración es la TAREA DE AYUDAR y servir, de una manera desinteresada e incondicional, a los demás. Para ser colaboradoras y cooperantes, es necesario que desarrollemos un espíritu GENEROSO, SOLIDARIO y ALTRUISTA. Por eso cada semana hemos de dar las gracias a: FUNDACIÓN SOCIAL ÁUREA, DANONE, HEALTH WARRIORS, #UNAGRANFAMILIA , SALESIANOS DE SANT JOAN BOSC DE NAVAS, VOLUNTARIOS, porque ellos saben de colaboración y desde este texto os invitamos a que lo comprobéis por vosotros mismos los viernes a partir de las 5 de la tarde en la sede de T’acompanyem. También veréis como familias que tenían un puesto de trabajo, por culpa de la pandemia vienen a recoger alimentos, ya que algunos de ellos no reciben ningún tipo de ayuda. Desde aquí, hacemos un llamamiento a las autoridades para que se den cuenta “in situ” de la situación que viven muchas familias. Leer este cuento y reflexionar. Deciros que nos quedan pocas participaciones de la lotería, podéis comprarla en nuestra sede de 9 a 1.
En un rincón de la casa, había una escoba y un recogedor. La escoba era altiva y presumida, siempre alardeaba delante del recogedor.
Siempre le decía que su trabajo era más importante que el suyo, y no me lo tienes que discutir. Una noche, hizo mucho viento y, a la mañana siguiente, aparecieron caídas todas las hojas y ramas secas de los árboles por todo el jardín. La escoba se levantó enseguida y empezó a barrer, tiesa y ORGULLOSA, todas las hojas y ramas desparramadas por la tierra, haciendo un gran montón; pero al no poder recogerlas para echarlas al contenedor, las dejó allí.
— ¿Quieres que te ayude? — dijo el recogedor, ofreciendo su ayuda a la escoba a pesar de todos sus desaires.
La escoba, que era muy soberbia, mirándolo con desprecio, no se dignó a contestarle.
Esa noche volvió el viento, y todas las hojas volaron de nuevo por el jardín, echando a perder el trabajo del día anterior.
La escoba se estiró todo lo que pudo delante del recogedor y, otra vez, empezó a barrer todas las hojas secas amontonándolas en la parte más escondida del jardín, con la esperanza de que no volviera a suceder lo mismo.
— ¿Necesitas ayuda? — le dijo el recogedor, de nuevo.
Como si fuera sorda, la escoba no contestó y se dirigió a su rincón para dormir.
Esa noche, el viento azotó aún con más fuerza que los días anteriores y, hojas, ramas secas, papeles y plásticos volaron por todas partes, dejando el jardín muy sucio.
La escoba, desesperada, miró al recogedor que, esta vez, miró hacia otro lado.
Comenzó a barrer de nuevo cabizbaja y pensativa. Cuando hubo amontonado toda la basura, pidió ayuda al recogedor.
— ¿Me puedes ayudar por favor? Nunca voy a terminar de limpiar el jardín sin tu ayuda —admitió por primera vez con HUMILDAD.
Entre la escoba y el recogedor echaron todas las hojas al contenedor, que les estaba esperando con la tapa abierta, dejando el jardín muy limpio. Por fin, la escoba tuvo que admitir, que uno sin el otro, no podría desarrollar bien su trabajo, y que los dos juntos, formaban un gran equipo.