Vivir en la calle, debajo de un puente no debe ser fácil, se carece de todo: intimidad, techo, higiene, aseo…, además de eso, se te despoja de la dignidad humana, y esa nunca debe perderse.
A estas personas les falta un abrazo, unas palabras de aliento, y sabéis ¿por qué?, porque con el tiempo han ido olvidando el valor que tienen como personas.
¿Sabéis los motivos? ¿No? Yo sí, y es lamentable que no haya nadie que les eche una mano. Estas personas tienen un caparazón que es donde se esconde su verdadera historia.
Hace unos meses nos llegó un chico de Senegal casado con una española, al llegar a España sus suegros lo rechazaron, tiene dos hijas, una de 16 y otra de 15, y desde hace 12 años no sabe de ellas.
Se juntó con compañías que no eran adecuadas y ha estado en la cárcel durante 12 años. Desde febrero lo acogieron en una asociación musulmana, pero por motivos que no vamos a contar, hoy lo han echado.
Persona noble y valores muy positivos está desesperado. Hoy, mañana, pasado, dormirá en la calle, hemos hablado con asociaciones para ver si podían acogerle unos días y están colapsados.
Os preguntamos: ¿Qué podemos hacer? ¿Tenéis solución a este problema?
Y lo mismo que él, tenemos a otro señor, que lleva años viviendo en el puente de Calatrava, vino desde su país hace 18 años, quiere trabajar, pero todo el mundo lo rechaza.
Para sobrevivir se ha refugiado en la bebida y en los porros, pero desde que está con nosotros, ha dejado de beber y fumar.
¿Alguien puede hacer algo?
Estas dos historias las contamos para que reflexionéis.
El motivo que los llevó a vivir en la situación actual solo ellos lo conocen, pero dicho motivo se ha encargado de crear una cortina de niebla en su interior y en su exterior, un caparazón muy duro en donde se esconde su verdadero yo, su gran valía como ser humano; ahí están dormidos sus talentos y sus capacidades con el fin de que divaguen en este mundo como en un limbo, sintiéndose miserables y lo peor, creando en ellos un odio y un rechazo a sí mismos muy grande.
Isidro G. de Tena